VOLTEAR HACIA KHAYYAN


Ahora que es mayo y las lluvias fecundan de motas amarillas la aridez de las montañas; revientan el apamate y el araguaney y la nostalgia lo cubre todo con su manto de pequeña venganza de invierno. Mayo de enamorados que salen sin paraguas a atravesar las avenidas del centro, como dos forajidos que huyen de Sodoma y Gomorra a acurrucarse bajo el resguardo de los toldos de algún buhonero.
En mayo se unta de una pátina gris la ciudad, pero los niños saltan de alegría y abren sus bocas y beben el fruto de los cielos abatidos que en mayo se desaguan como deltas violentos.
Uno llega y se detiene en la rutina. Las oficinas son tristes trincheras con claraboyas indolentes que nos dejan ver que detrás de los cristales llueve, diría Serrat, y uno encerrado entre manojos de papeles alzando al vuelo la idea de escapar hacia ese destino absoluto de aguacero y vida, de riada y espera, de renacer, de gente mojada sobre rubores de tierra.
Un hombre sonríe, una mujer reza, un niño juega; los burócratas vuelven a ser tan inservibles, los músicos imprescindibles, los atletas necesarios, los poetas vitales; la masa indescifrable estadística de lo ajeno, hasta que alguien se resiste, porque siempre hay alguien que se resiste.
Quién podría explicar cómo es que la gente no se atasca, como es que fluye con todo y sus historias épicas, sus pequeñas revoluciones, entrando a los edificios, agitando los ascensores, trasegando el metro. Todos caben en ese día a día de mayo y sus lluvias turbulentas y su sol intermitente, y más allá de la ventana se ve quizás a la mujer amada, al hijo que está y al que viene, a la patria que sueñas, y la Biblioteca se te vuelve imposible como un escafandra diminuta, se te monta en la espalda triunfante mientras la nostalgia te lleva a dar pasos de ciego sobre la molienda, pero alguien te dice “tan lejos y tan cerca” y volteas como por una necesidad inexplicable y allí está, el busto inamovible, centelleante de Omar Khayyan, el poeta persa que alumbra el Foro Libertador, el cantor del vino, de las Rubaiyat, y uno vuelve a suspirar, porque detrás de la lluvia hay sol, y con la lluvia hay vida y todo nace, se reproduce y muere, en el prodigio de los tiempos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Lindo, lindo el post. Sí que eres bello marico!
Un saludo y escribeme coño!
Cuanta nostalgia me da Madrid...Dias de loquera que no volverán jamas!!!
Ay vida

Kike

@lorenagilc dijo...

Me encantó este post... literatura urbana, sincera y verídica... pero mayo fue hace mucho, no lo abandones

marlon zambrano dijo...

Gracias por el comentario del 20 de enero de 2009, uff! hace tiempo ya. Ya estoy actualizando.